ISOROPIA
Nuestro entorno está constituido por estructuras que nos acogen y organizan nuestro mundo. Desde aquellas más rotundas y evidentes, como la arquitectura planteada para nuestro uso, hasta las más abstractas, como los comportamientos y dogmas que nos definen como sociedad. Todas ellas nos mantienen en una estabilidad conocida, forjan las fronteras entre los posibles peligros del mundo y nuestro bienestar, haciéndonos creer que nuestra seguridad está garantizada. A menudo, la posibilidad de romper dichos sistemas nos suscita un miedo abrumador a aquello desconocido, descartando que su cambio pueda comportar una revelación, una mejoría. Por ello, casi de forma involuntaria, nos adaptamos a las oscilaciones y acontecimientos de la vida, al igual que un edificio adapta las vibraciones de su construcción a las fuerzas externas.
El epicentro del nuevo proyecto de Alexa Grande (Madrid, 1986) es la reflexión sobre las oscilaciones y balances de la experiencia vital. Su nueva exposición individual recibe el nombre de Isoropía (ισορροπία), término griego que significa equilibrio. El estado de equilibrio viene dado cuando una serie de oscilaciones reiteradas de la misma magnitud alcanza una constante alrededor de un punto invariable. Bastará que una de las fuerzas se modifique mínimamente para deshacer el estado de reposo, comenzando la búsqueda de una nueva estabilidad o, por el contrario, dando paso a la hecatombe. En este proyecto, Alexa Grande contempla sus vivencias recientes, reflexionando sobre las oscilaciones que pueden darse a lo largo del camino vital. Durante el proceso, la artista se cuestiona si es posible alcanzar el balance, a menudo tan deseado, durante los constantes cambios fortuitos, aquellos que frecuentemente sacuden nuestro pathos.
Para Grande, la pintura supone una herramienta con la que encontrar el equilibrio dentro del caos. La artista obtiene respuestas mediante el proceso reflexivo que supone para ella el acto de pintar. Desde el estado más primitivo de su obra en la preparación del lino, hasta la aplicación de cada uno de los materiales, la artista inicia un camino intuitivo, tratando de plasmar sus experiencias mediante los colores y las formas. La técnica al óleo le permite crear capas y veladuras, aplicadas en un proceso lento y minucioso. El resultado final revela todos los estratos pictóricos de la obra, que a su vez representan las fases del proceso meditativo.
Así, las pinturas de Alexa Grande contienen una gran profundidad visual, a la vez que reflexiva y autobiográfica. En la imagen última de la obra, elementos como la luz y el movimiento creados a partir de pinceladas vivas y colores primarios, crean una atmósfera donde se divisan las ruinas de estructuras indescifrables. Alejándose de aquello que han podido ser, su nueva condición las convierte en entidades orgánicas, pertenecientes a un lugar donde no hay autoridad, donde son libres de normas preestablecidas y estáticas. Sus pinturas se convierten así en aberturas por donde descubrir una nueva realidad.
A menudo, muchos de estos elementos estructurales tales como rejas, armado o cristales pueden encontrarse en solares y descampados donde hallan su final, convirtiéndose en parte del paisaje urbano. Para la artista, esos no-lugares pueden ser emplazamientos de máxima libertad, donde la imaginación, el miedo o las pasiones son fraguados como metales. No existiendo nada, podría existir todo. El vacío del lugar resulta revelador.
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Alexa Grande plantea la eterna pregunta: ¿es posible llegar a adquirir el equilibrio dentro del caos? Sin haber hallado todavía la respuesta, sus creaciones reflejan las vibraciones y fuerzas de nuestro alrededor. Como si quisiera, mediante el arte, revelar lo extraordinario de las cosas invisibles.
Belén Martinez